Las PFAS, a menudo llamadas “sustancias químicas eternas” (forever chemicals), son un gran grupo de sustancias sintéticas utilizadas en todo, desde sartenes antiadherentes y ropa impermeable hasta cosméticos y espuma contra incendios. Son resistentes a la grasa y al agua, pero también son casi imposibles de descomponer en la naturaleza. Con el tiempo, se extienden por el suelo, el aire y el agua, llegando finalmente a nuestros alimentos y cuerpos.
En los últimos años, los investigadores incluso han encontrado rastros de PFAS en el vino. Puede sonar sorprendente, pero muestra cuán lejos han llegado estas sustancias químicas al medio ambiente, incluso a una de las artesanías naturales más antiguas del mundo.
¿Cómo llegan las PFAS al vino?
Cuando ciertos pesticidas o productos químicos fluorados se descomponen, forman TFA (ácido trifluoroacético), un ácido estable que se mezcla fácilmente con el agua de lluvia y se filtra en el suelo. Las plantas, como las vides, pueden absorberlo, y finalmente termina en las uvas y en el vino terminado.
Un estudio europeo analizó 49 vinos de diez países de la UE y descubrió que todos los vinos modernos contenían TFA, mientras que las botellas antiguas, producidas antes de 1988, estaban completamente libres de él. Esto sugiere que el uso de productos químicos modernos ha introducido nuevas formas de contaminación incluso en las formas de producción más tradicionales.
Debido a que el TFA es altamente soluble en agua y extremadamente persistente, se propaga fácilmente a través de la lluvia y el agua subterránea. Esto significa que incluso los viñedos alejados de las zonas industriales pueden verse afectados, y que incluso los vinos orgánicos pueden contener pequeños rastros, aunque generalmente en niveles más bajos.
Cómo nos afectan las PFAS
Las PFAS pueden acumularse en el cuerpo humano y se han relacionado con efectos en el sistema inmunológico, el hígado, las hormonas y la fertilidad. Se sospecha que algunos compuestos de PFAS son cancerígenos. Si bien los niveles encontrados en el vino son bajos, aún contribuyen a la exposición química total que experimentamos a través de los alimentos, el agua y los productos cotidianos.
La preocupación no es por una copa de vino, sino por el panorama general. Estas sustancias circulan en la naturaleza y se acumulan con el tiempo, afectando tanto a los ecosistemas como a la salud humana.
Qué considerar al elegir vino
No siempre es fácil navegar por las etiquetas y las afirmaciones de sostenibilidad, pero algunas opciones simples marcan la diferencia:
Elija vinos orgánicos o biodinámicos. Estos productores evitan los pesticidas sintéticos y tienden a mostrar niveles más bajos de residuos químicos.
Busque la transparencia. Los pequeños viticultores a menudo comparten abiertamente información sobre su suelo, fuentes de agua y prácticas ambientales.
Varíe sus selecciones. Al igual que con los alimentos, la diversidad reduce el riesgo de una exposición constante a los mismos contaminantes.
Beba conscientemente. El vino puede ser parte de un estilo de vida saludable, especialmente cuando se elige con cuidado por la calidad, la naturaleza y el equilibrio.
Una copa de vino en equilibrio
El problema de las PFAS nos recuerda lo profundamente conectados que están todo: nuestro medio ambiente, nuestra salud y nuestras elecciones cotidianas. Al elegir productores sostenibles y transparentes, apoyamos no solo una elaboración de vino más limpia, sino también un planeta más saludable.



























