La salsa de vino blanco es una de las más apreciadas en la cocina europea: cremosa, suave y con una elegante acidez del vino que la hace perfecta para pescados, mariscos y pollo. Es fácil de preparar, pero aporta un toque de sofisticación a cualquier comida, ya sea una cena informal o una ocasión especial.
El secreto está en el equilibrio entre la frescura del vino, la suavidad de la nata y el delicado dulzor de la cebolla. Con unos pocos ingredientes, se obtiene una salsa clásica con un toque moderno.
Receta de salsa clásica de vino blanco
Para 4 porciones
Ingredientes:
-
1 chalota (o ½ cebolla pequeña), finamente picada
-
2 cucharadas de mantequilla
-
200 ml de vino blanco seco (por ejemplo, Sauvignon Blanc o Chardonnay)
-
200 ml de nata para cocinar
-
1 cucharada de fondo concentrado de pescado (o de pollo para carnes blancas)
-
Sal y pimienta blanca
-
(Opcional: 1 cucharadita de zumo de limón para darle frescura)
-
(Opcional: hierbas frescas – como eneldo, perejil o estragón)
Preparación:
-
Sofríe la chalota en mantequilla en una cacerola hasta que esté blanda pero sin dorarse.
-
Añade el vino y deja reducir a la mitad para concentrar su sabor.
-
Incorpora la nata y el fondo, y cocina a fuego lento durante 5–10 minutos hasta que la salsa espese ligeramente.
-
Cuélala si prefieres una textura más fina.
-
Sazona con sal, pimienta blanca y un poco de zumo de limón si lo deseas.
-
Justo antes de servir, añade una pequeña nuez de mantequilla fría para darle brillo y un sabor más redondo.
Sugerencias para servir
La salsa de vino blanco combina perfectamente con:
-
Bacalao o salmón al horno
-
Pechuga de pollo salteada
-
Vieiras u otro pescado blanco
-
Pasta con gambas y espinacas
Acompaña el plato con una copa del mismo vino usado en la salsa para lograr una armonía perfecta.