En el extremo noroeste de España, donde los vientos frescos del Atlántico se encuentran con montañas verdes y valles escarpados, se encuentra Galicia: una región que, en pocos años, ha pasado de ser casi desconocida a convertirse en uno de los destinos vinícolas más fascinantes de Europa.
Aquí, las vides crecen literalmente al borde del mundo, moldeadas por un paisaje dramático, suelos minerales y siglos de tradición.
Una región marcada por el mar y la historia
Galicia siempre ha sido diferente del resto de España. Su lengua, su cultura y su paisaje tienen fuertes influencias celtas, y su clima es húmedo, fresco y verde: la antítesis de las cálidas llanuras de La Mancha o Rioja. Este clima atlántico es una de las claves del éxito gallego. Las uvas maduran lentamente, conservando una acidez vibrante, bajo grado alcohólico y una mineralidad distintiva: justo las cualidades que los amantes del vino moderno buscan.
Raíces del vino entre monasterios y caminos de peregrinos
La historia del vino gallego se remonta a la época romana, cuando las primeras vides se plantaron a lo largo del río Miño. Pero fue en la Edad Media cuando la viticultura floreció, gracias a los monasterios y a los peregrinos que recorrían el Camino de Santiago rumbo a Santiago de Compostela. A lo largo de esta ruta, el vino se convirtió en alimento, símbolo y fe. Muchas de las actuales bodegas se asientan sobre esos mismos terrenos históricos, donde el vino ha sido testigo de siglos de espiritualidad y trabajo humano.
Albariño – la estrella de la costa atlántica
El vino más famoso de Galicia es el Albariño de la denominación Rías Baixas, un blanco fresco y aromático que se ha convertido en el estandarte del vino español moderno. Con su mineralidad salina y notas de cítricos, el Albariño refleja a la perfección el carácter marino de su tierra y combina maravillosamente con los mariscos, orgullo de la gastronomía gallega. Pero Galicia no se limita al Albariño.
Mencía y la viticultura heroica
En el interior, los valles y terrazas fluviales de Ribeira Sacra, Valdeorras, Monterrei y Ribeiro revelan otra cara del vino gallego. Aquí domina la uva tinta Mencía, que produce vinos elegantes, frescos y florales, con acidez viva y una estructura delicada. Muchos de estos viñedos crecen en laderas tan empinadas que su cultivo es puramente manual, una labor tan ardua que en Galicia se la conoce como viticultura heroica.
Una nueva generación de bodegueros
El renacimiento gallego se debe también a una nueva generación de viticultores que combina tradición y modernidad. Trabajan con variedades autóctonas, fermentaciones espontáneas y mínima intervención en bodega. El resultado son vinos auténticos, vibrantes y profundamente ligados a su origen: vinos que saben al paisaje, al mar y a la historia que los rodea.
Un futuro con raíces profundas
En apenas unas décadas, Galicia ha pasado de ser una región olvidada a convertirse en uno de los territorios vinícolas más dinámicos de Europa. Con su mezcla de frescura, elegancia y autenticidad, Galicia ha encontrado su voz: una voz que honra el pasado y mira hacia el futuro con confianza.